
La madre del pastor Absalon acusa a Anne Pedersdotter de la muerte de su hijo en Dies Irae
VREDENS DAG (Dies Irae, Carl Theodor Dreyer, 1943)
POCOS RODAJES habrán sido acometidos en circunstancias personales tan difíciles como el de Vredens dag (Dies Irae). Su director, Carl Theodor Dreyer, llevaba once años inactivo; arrastraba desde 1932 el fracaso comercial de Vampyr, su primer largometraje sonoro; tenía problemas familiares, que su esposa no siempre le ayudaba a sobrellevar; acuciado por las deudas, se había visto obligado a regresar a su Dinamarca natal, donde hubo de retomar su antiguo oficio, el periodismo; allí ideó varios proyectos que nadie se atrevía a producir; le perseguía una fama de director solitario e intransigente, reacio a plegarse a las exigencias del mercado; por si fuera poco, su país había sido invadido en 1940 por los alemanes y el cine danés, sometido a las restricciones propias de la guerra, estaba también vigilado por las autoridades locales, más o menos en colaboración con los nazis. Tanta adversidad habría desanimado a cualquier hombre. Pero Dreyer no era un hombre cualquiera.
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