Vía crucis

Renée Falconetti, iluminada por Rudolph Maté, en su mítica interpretación de la doncella

LA PASSION DE JEANNE D’ARC (La pasión de Juana de Arco, Carl Th. Dreyer, 1928)

EN EL SOLITARIO CAMINO RECORRIDO POR CARL DREYER, La Passion de Jeanne d’Arc es la estación más frecuentada, el lugar común, fascinante o fastidioso, que concita a creyentes y ateos, devotos y escépticos, curiosos apercibidos y turistas accidentales. ¿A qué se debe su leyenda? ¿Qué la hace tan influyente?

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Antes de que anochezca

Los esposos ante el espejo: Marianne (Wanda Rothgardt) y Arne Lundell (Georg Rydeberg), en la película maldita de Dreyer, rodada en Suecia durante la Segunda Guerra Mundial

TVÅ MÄNNISKOR (Dos seres, Carl Theodor Dreyer, 1945)

CARL DREYER PUSO MUCHO DE SU PARTE para que el antepenúltimo largometraje de su carrera, rodado en Suecia, fuera olvidado. ¿Qué defensa puede tener una obra de la que su autor reniega, que querría borrar de su expediente o de la que, sencillamente, afirma que «no existe»?

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La hechicera

La madre del pastor Absalon acusa a Anne Pedersdotter de la muerte de su hijo en Dies Irae

VREDENS DAG (Dies Irae, Carl Theodor Dreyer, 1943)

POCOS RODAJES habrán sido acometidos en circunstancias personales tan difíciles como el de Vredens dag (Dies Irae). Su director, Carl Theodor Dreyer, llevaba once años inactivo; arrastraba desde 1932 el fracaso comercial de Vampyr, su primer largometraje sonoro; tenía problemas familiares, que su esposa no siempre le ayudaba a sobrellevar; acuciado por las deudas, se había visto obligado a regresar a su Dinamarca natal, donde hubo de retomar su antiguo oficio, el periodismo; allí ideó varios proyectos que nadie se atrevía a producir; le perseguía una fama de director solitario e intransigente, reacio a plegarse a las exigencias del mercado; por si fuera poco, su país había sido invadido en 1940 por los alemanes y el cine danés, sometido a las restricciones propias de la guerra, estaba también vigilado por las autoridades locales, más o menos en colaboración con los nazis. Tanta adversidad habría desanimado a cualquier hombre. Pero Dreyer no era un hombre cualquiera.

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