Kikunosuke y Otoku

Kakuko Mori (Otoku) y Shôtarô Hanayagi (como el afamado actor kabuki Kiku Onoue), en la primera adaptación cinematográfica de la novela de Shôfû Muramatsu, publicada en 1938.

ZANGIKU MONOGATARI

(Historia de los crisantemos tardíos, Kenji Mizoguchi, 1939)

ZANGIKU MONOGATARI (Historia de los crisantemos tardíos o del último crisantemo) es una de las películas que el maestro japonés Kenji Mizoguchi dedicó a las gentes del teatro. Por desgracia, este ciclo —el llamado tríptico de Geido— nos ha llegado incompleto como consecuencia de un incendio que destruyó buena parte del legado fílmico nipón durante la Segunda Guerra Mundial. Pero la pervivencia de esta obra, al igual que la de Joyû Sumako no koi (El amor de la actriz Sumako, 1947), confirma que Mizoguchi llevó a cabo la más perfecta imbricación dramática de los universos teatral y cinematográfico.

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Ha nacido un espectro

Van Helsing (Edward Van Sloan) intenta conjurar la amenaza del vampiro (Bela Lugosi) en el clásico de la Universal basado en la obra teatral de Hamilton Deane y John L. Balderston

DRACULA (Tod Browning, 1931)

COMO ES SABIDO, Bela Lugosi no fue el primer candidato para encarnar a Drácula en la producción Universal de 1931 dirigida por Tod Browning. Pese a que el actor de origen húngaro había triunfado en los escenarios con el Conde, el director apostaba decididamente por Lon Chaney, al que el cáncer impidió coronar su memorable galería de retratos fantásticos.

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Heroica

El actor francés Harry Baur, años después martirizado por los nazis, encarna al genio de Bonn, de cuyo nacimiento se conmemorará en 2020 el 250 aniversario

UN GRAND AMOUR DE BEETHOVEN (Abel Gance, 1936)

CUANDO EN 1995 SE ESTRENÓ «IMMORTAL BELOVED», llovieron denuestos sobre la película de Bernard Rose. El director inglés había cometido el pecado de enlazar con una tradición obsoleta, aunque reverdecida momentáneamente por el éxito de Amadeus. Me refiero, claro, a los entrañables «biopics» basados en las vidas de grandes compositores. A Rose se le acusó entonces de hacer una película pulcra, académica y trasnochada, pero que yo sepa ninguno de sus detractores le acusó de remedar Un grand amour de Beethoven, el estupendo melodrama rodado en 1936 por Abel Gance.

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Entre dos abandonos

Eva y Adam: Hedy Lamarr y Aribert Mog, protagonistas de una película de culto que debería serlo por razones cinematográficas. El guion se basó en un argumento del actor Robert Horky.

EKSTASE (Éxtasis, Gustav Machatý, 1932)

COMO LA «MÓNICA» DE BERGMAN, Éxtasis ha pasado a la historia del cine por una anécdota: el desnudo integral de la actriz protagonista, Hedwig Eva Maria Kiesler, universalmente conocida como Hedy Lamarr. Transcurridos casi noventa años, el asunto todavía colea, de hecho los media siguen recordando que el filme contiene el primer desnudo femenino de la historia del cine. Del cine no pornográfico, se entiende.

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Náufragos

La renacida Mashenka (Yelena Kuzmina), de nuevo bajo la mirada de sus pretendientes Aliosha y Yussuf, respectivamente interpretados por Nikolay Kryuchkov y Lev Sverdlin

U SAMOGO SINEGO MORYA (A orillas del mar más azul, Boris Barnet, 1936)

QUIEN VIERA POR VEZ PRIMERA U samogo sinego morya sin conocer a su director e ignorase por completo las circunstancias que la rodearon, afirmaría que se trata de una película optimista: la obra de un hombre feliz.

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La Semíramis del Norte

La efigie viviente: Catalina la Grande se reencarna en Marlene Dietrich, protagonista del idilio ruso de Sternberg (Foto: Paramount / The Kobal Collection)

THE SCARLET EMPRESS (Capricho imperial, Josef von Sternberg, 1934)

VISUALMENTE SOFISTICADAS, las películas rodadas por Josef von Sternberg con la actriz Marlene Dietrich suelen partir de pretextos nimios, incluso triviales. Una excepción sería Der blaue engel (El ángel azul), basada en Heinrich Mann; otra, The Scarlet Empress, sexta colaboración entre el Pigmalión austriaco y su rubia Galatea, donde la premisa es un viaje a la Rusia de Catalina II, a quien la posteridad, prescindiendo de cualquier otro mérito, ha fijado como epítome de todos los vicios y excesos de la aristocracia.

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