Huellas borradas

Vicky Barton (Jean Simmons) y el pintor George Hathaway (Dirk Bogarde), su aliado en esta intriga nominalmente basada en una novela de Anthony Thorne publicada en 1947.

SO LONG AT THE FAIR (Extraño suceso,

Terence Fisher y Antony Darnborough, 1950)

ADEMÁS DE LA HISTORIA DE ABDUCCIÓN QUE CUENTA, hay otro elemento intrigante en So Long at The Fair: saber cómo se las ingeniaba Terence Fisher antes de que en 1957 iniciara su memorable ciclo fantástico para la Hammer con The Curse of Frankenstein (La maldición de Frankenstein).

Del primer periodo, compuesto por veintisiete títulos, poco se sabía hasta hace poco, salvo que Fisher había aprendido el oficio en las compañías de Rank y que luego se había empleado como director «freelance», realizando películas para diversas productoras, entre ellas la propia Hammer, por lo general de corte policíaco, siempre en blanco y negro. Internet nos ha ido sacando de dudas acerca de esa etapa, sumida durante décadas en una niebla muy londinense.

Tras revisitar Extraño suceso, hay razones para pensar que Fisher era ya un consumado creador de atmósferas antes de su encuentro con los mitos del cine de terror. La recreación en estudio del París de 1900 revela, además, que la máquina de los estudios Pinewood no sólo estaba bien engrasada, sino que los maquinistas (en este caso Fisher y el productor Antony Darnborough, que solo codirigió dos películas, ambas con el director de Drácula, presumiblemente incómodo por esa colaboración) sabían sacar un extraordinario partido de los viajes en el tiempo.

Extraño suceso corona la noble tradición británica del «costume film», de hecho fue la última película del llamado ciclo Gainsborough, nombre de la compañía fundada en 1924 por el productor Michael Balcon y adquirida durante la segunda guerra mundial por la Rank Organisation, divisa bajo la que se produjeron numerosos filmes de época como La madonna de las siete lunas o La mujer bandido.

En este contexto, la película de Fisher y Darnborough surge como una recreación del típico argumento gótico, transferido a un escenario mundano. La heroína, Vicky Barton (Jean Simmons), viaja desde Napolés a París, vía Marsella, acompañada de su hermano John (David Tomlinson), que en la primera noche desaparece misteriosamente junto al cuarto que ocupaba en el hotel La Licorne. Sola y en cierto modo huérfana, ya que su hermano era también su tutor, Vicky emprende una desesperada búsqueda en el tumultuoso París de la Exposición Universal, luchando contra múltiples adversidades: un lugar extraño, la falta de dinero, su inexperiencia y, además, una conspiración para ocultar la verdad y señalarla alternativamente como una muchacha loca, nerviosa o de imaginación calenturienta.

Aunque nominalmente la historia se basa en una novela publicada tres años antes por Anthony Thorne, los productores Betty y Sydney Box debían estar al tanto de sus orígenes alemanes. En sus Historias misteriosas de 1919, Richard Oswald ya había incluido un relato de corte casi idéntico (La aparición), basado en Anselma Heine. Años más tarde, el mismo argumento fue reelaborado por Thea von Harbou y Veit Harlan en la notable película de este último Verwehte Spuren (Huellas borradas, 1938), que tomaba como punto de partida Ankunft bei Nacht (Llegada de noche), de Hans Rothe. Gracias a Thorne, los ingleses no pagarían aranceles, y menos a los hunos; una artimaña que quizá hubiera aplaudido el desaparecido Johnny, lleno de prejuicios hacia todo lo extranjero.

Con arreglo a las convenciones góticas, reverdecidas por el cine psicológico de la posguerra, la heroína lucha contra un enemigo sordo pero enloquecedor (aquí la dueña del hotel, Madame Hervé, interpretada por Cathleen Nesbitt, futura abuela de Cary Grant en Affair to Remember), que borra todas las pistas y defiende sólidamente su versión ante las autoridades. Vicky parece perdida hasta que entra en acción un aliado, el joven y apuesto pintor George Hathaway (Dirk Bogarde), que providencialmente recibió de John un pequeño préstamo la noche anterior a su desaparición y que, por lo tanto, es el único testigo de su existencia. El único dispuesto a dar fe.

Fair 09

Los directores hacen poco hincapié en la indefensión femenina (es decir, en el melodrama) y dejan que la atmósfera del filme se contagie poco a poco de las inquietudes de un personaje para el que todo es nuevo: el charme de París; los usos franceses, algo descarados para la mentalidad inglesa; la torre Eiffel, recién inaugurada; el mismo hotel, remozado para la ocasión; la cálida y prometedora bohemia representada por el pintor extranjero… aspectos que convierten su desventura en una cadena de descubrimientos juveniles con cierto sesgo romántico.

Los críticos del Fisher han llegado incluso a arriesgar interpretaciones fantásticas en su intento por vincular la película con los posteriores trabajos del director. Es el caso de Wheeler Winston Dixon, quien sostiene que Extraño suceso podría haber sido refilmada, secuencia a secuencia, como una historia de vampiros. Hoy podríamos añadir otra lectura, estimulada por las noticias de la desaparición de cuerpos, habitaciones selladas y una plaga que los responsables del hotel intentan ocultar.

Además de Oswald y Harlan, Ophüls, Lewin y el Hitchcock de la etapa inglesa merodean por esta intriga cuyo hilo nos llevaría hasta el Polanski de Frenético. Tradicionalmente considerado un «thriller» solvente pero algo decorativo, Extraño suceso tiene a su favor no solo la misteriosa historia y el espléndido reparto, sino una refinada dirección en la que, es verdad, encontramos presagios del Fisher maduro. Véase el travelling sobre la espalda de Jean Simmons en el pasillo del hotel, que denota sus dudas e incertidumbres, o el trazo pictórico que relaciona a Vicky con el hombre encargado de seguirla entre la multitud. Lo mejor está por llegar, pero Fisher ya era un cineasta con todas las letras .♠

Honor 01

In memoriam Honor Blackman (1925-2020)

 

6 comentarios en “Huellas borradas

  1. La historia (que tú sabiamente no destripas) gustaba en verdad a Hitchcock. Bien sabía que el guion de «The lady vanishes» se basaba en ella. Y cuando, cinco años después de «So long at the fair», estrenó «Alfred Hitchcock presents», le dedicó el quinto episodio, protagonizado por su hija y contando directamente la historia (o la leyenda urbana), tal como hacen Fisher y Darnborough. Lástima que no la dirigiera él: la realización de Don Medford es plana, como si éste creyera que la extraordinaria anécdota era suficiente.

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    • En efecto. Para no alargar más el árbol genealógico me ceñí a los antecedentes alemanes y a un heredero (Polanski), que jamás se cita a propósito de esta historia. En el vasto océano televisivo de Hitchcock, dirigido por Hitch o con la «trademark» de Hitch, hay de todo, pero el nivel medio es sorprendentemente alto, como sucede con «Twilight Zone» o el show de Barbara Stanwyck. Creo que es buen momento para repasar «Into the Air». Igual deberían habérsela confiado a Robert Stevenson o John Brahm, pero quién sabe.

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  2. Mejor aún que la hubiera hecho Hitchcock, claro. Por lo demás me da la impresión de que (dejando a un lado su pericia técnica y su ingenio) sus episodios están hechos con un poco más de tiempo y de medios.

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    • Puede ser, admito mi ignorancia sobre los criterios de asignación en su famosa serie. Lo que siempre he creído es que todas esas minipelículas dirigidas por Hitch fueron el caldo de cultivo de «Psycho». Por el contrario, me cuesta reconocer al Fisher del ciclo fantástico en muchas de sus películas previas a 1957.

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  3. Como dices, la cámara acompaña a los personajes con un dinamismo nunca gratuito; otras escenas destacan por el ingenio para adoptar puntos de vista que permiten ver lo esencial de la acción sin necesidad de cortes (manteniendo el plano fijo o con elegantes panorámicas): todo ello prueba que Fisher era ya en 1950 un excelente director. Es cierto que la película tiene un punto de academicismo, pero lo mismo se podría decir de otras posteriores mucho más míticas, como su primer «Drácula».

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    • Bueno, es que el academicismo está en la base del cine inglés, incluida la cacareada «nueva ola», que no es más que la misma mona disfrazada de iracunda. «Horror of Dracula» vale más que todo lo que salió de ahí, rebosa inventiva por los cuatro costados. Como digo, durante años «So Long at The Fair» fue de lo poco (por no decir lo único) que trascendió del primer Fisher fuera de las Islas. No solo por ello le tengo cariño: en ella está también Honor Blackman (25 años), que nos acaba de dejar y que vino mucho por España (creo que tenía residencia en Alicante).

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